miércoles, noviembre 04, 2015


¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y, también, imagina y siente. Ciertamente es poco, si todo eso pertenece a mi naturaleza. Más ¿por qué ha de pertenecerle? ¿No soy yo mismo que ahora duda de casi todo, y sin embargo, entiende y concibe ciertas cosas, asegura y afirma que sólo éstas son verdaderas, niega todas las demás, quiere y desea conocer otras, no quiere ser engañado, imagina muchas cosas a veces, aun a pesar suyo, y siente también otras muchas por medio de los órganos del cuerpo? ¿Hay algo de esto que no sea tan verdadero como es cierto que yo soy que existo, aun cuando estuviera siempre dormido y aun cuando el que me dio el ser emplease toda su industria en engañarme? ¿Hay alguno de esos atributos que pueda distinguir de mi pensamiento o decirse separado de mí?

René Descartes, Segunda meditación, Meditaciones Metafísicas. Traducción de Manuel García Morente.

Volvamos por última vez a la Recherche. Mientras participaba en una fiesta, donde el paso del tiempo ha encanecido y arrugado el pelaje de los hombres y mujeres con los que entró en el mundo como si fuera algo que fuese a durar para siempre, el narrador descubre que la vejez es algo propiamente humano, y se interroga para qué sirve una vida: con todos sus momentos álgidos, las incertidumbres, los borrones del aburrimiento, y millares de pensamientos que se revuelven en la mente y que nunca llegan a expresarse. Uno sospecha que la respuesta de Proust le hubiese hecho torcer el gesto a Montaigne: toda esa vida informe sirve como material para elaborar una obra literaria, para salvar a los hombres que la tierra ya no puede retener mediante una sofisticada recreación estética; una ambición de raíz romántica. Para Montaigne los hombres prosiguen su vida en Dios y la escritura es un entretenimiento (aunque no por eso menos sofisticado), solo un majadero confundiría la literatura con elf in último del hombre en la tierra, su salvación contingente.

Claro que tampoco cuesta imaginar a un Cicerón o a un Séneca juzgando con severidad desconcertada los Ensayos de Montaigne. A fin de cuentas ¿para qué sirve abrirle al lector el libro de la propia vida, exponerle su intimidad, sus miedos, sus cólicos? ¿En qué nos beneficia saber tantos detalles de una vida que no es la nuestra, que no podremos volver a vivir, que ni siquiera, pues nuestro mundo ya no es el suyo, podremos tomar seriamente como modelo?

Como sucede con las vocaciones, observadas a determinadas altura todas las vidas están sujetas a las mismas etapas, regidas por una pauta común que se resuelve de manera distinta en cada caso particular. Aunque gran parte del tiempo que tenemos asignado lo experimentamos en soledad, vivimos envueltos de opiniones, discursos, testimonios y recuerdos ajenos, que lo queramos o no nos suministran los hilos con los que tejemos nuestras expectativas, metas y objetivos. Existen dos discursos culturales que pese a estar situados en extremos opuestos del valor coinciden en tratarnos como niños. La autoayuda (personal, empresarial, laboral, tanto da) se basa en transmitirnos amables mentiras sobre nosotros mismos y el funcionamiento del mundo, en renovar, libro a libro, el mismo cúmulo de esperanzas sin fundamento. En las escuelas filosóficas de la sospecha (que inspiraron mucha de la literatura escrita alrededor de las grandes guerras mundiales) percibimos cierta propensión morbosa a encontrar una explicación repugnante a cada emoción o pensamiento espontáneo e inocente (a la manera del padre que desconfía del hijo incluso cuando no encuentra ningún motivo artero a su comportamiento). Montaigne no trata de animarnos con falsas expectativas no nos asusta como niños. Pese a que ni con tres vida nos alcanzaría para pensar por nosotros mismos los Ensayos, Montaigne nos mira a la altura de los ojos. Quizá porque muchos de estos ensayos recuerdan a veces a una carta disimulada y dirigida al fantasma de La Boétie, en cuyo vacío nos sentamos cada uno de los lectores al pasar las páginas, el tono de Montaigne se parece al de una conversación entre amigos, más interesados en seguir y deleitar, que convencer e imponerse.

Los grandes libros forman una suerte de casas, de lugares donde nnuestra mente habita un tiempo. Algunas de las casas más prestigiosa son subyugantes, amplían nuestra sensibiñlidad y nos maduran intelectualmente, pero Edipo Rey, el Infierno de Dante o el Rey Lear no son sitios donde la mente debería quedarse. Montaigne está lejos de la jocosa brutalidad de Cervantes y del espectáculo de la hostilidad humana que despliega Shakespeare. Es es el más acogedor de estos tres escritores que sentaron las bases del ensayo, la novela y el teatro modernos. En estas coordenadas de intencióon y tono podríamos decir que la lectura de Montaigne (en sus Ensayos, sobre todo, pero también en su diario de viaje y en sus cartas) nos aporta algo realmente estimable: compañía. Quizá la palabra esté en desuso, pero califica bien la experiencia de leer a Montaigne: encontraremos autores más intensos, un puñado de los más imaginativos, pero me cuesta caer en la cuenta de otro escritor de quien, al leerlo, se desprenda una sensación parecida de cercanía, una proximidad inmaterial y desinteresada, la de una voz que se examins sin restricciones para que incrementemos nuestro conocimiento sobre la existencia humana, para nuestro provecho.

Volvamos ahora a formular paregunta: ¿para qé sirve que alguien abra para nosotros el libro de su intimidad? La sabiduría que puede proporcionarnos la literatura es variable y amplisima, pero una de las peculiaridades distintivas de la experiencia es que debemos atravesarla en primera persona. Pero aunque no podamos ni repetir los aciertos ni evitar los errores de ningún predecesor, supone un valor incalculable que una mente despierta se comprometa a relatarnos una larga secuencia de reflexiones verdaderas sobre su vida.



Gonzalo Torné, El ensayo de su tiempo, prólogo a Ensayos de Michel De Montaigne

jueves, octubre 22, 2015


-Los hijos, los nietos, sois divertidos. Observáis a los mayores con tanto detenimiento, os damos amor y protección y nos concedéis tanta importancia que el pasado, bueno, es como si perteneciese a otro planeta. A veces rellenáis los huecos con ingenio, pero vuestra visión es sesgada. ¿Has visto el cadáver? Eso tampoco hay manera de atarlo con lo anterior. La muerte deja desvalida a la carne, la limpia de la suciedad de la mente, toda la impregnación de los deseos. Si conoces a un hombre que lleve cuarenta o cincuenta años interviniendo en el mundo no es difícil que hayan secciones difíciles de armonizar. Tu Gabriel nunca coincidirá con el mío y está bien que sea así.
-¿Cómo era el abuelo? ¿Qué hizo mal?
-No me malinterpretes, tú lo conociste revuelto en una época comedida, entibiada por el triunfo del capitalismo y los auxilios sociales. A Gabriel lo templó un clima bien distinto. Los de vuestra edad habláis de felicidad, de satisfacción, de realizaros. Nuestras miras estaban puestas en sobrevivir, ni siquiera eso estaba seguro. Si lo hubieses conocido a tu edad, te hubiese parecido casi impasible. Un pequeño Dios, créeme, he tenido trato profesional con varios, y su común denominador es decepcionarnos. No me hagas caso, es tarde y no me conviene salirme de mi modesta rutina. Dale recuerdos a Amanda y ánimos at u hermano, dile que se espabile con esos samuráis si quiere que llegue a leer unas páginas sobre ellos.

Gonzalo Torné, Hilos de sangre.

martes, octubre 20, 2015


Ningún goce es comparable al que es cumplimiento de una ilusión; es ella la que le da su máxima intensidad, su calidad más alta, precisamente porque lo vincula al a vida, lo introduce en alguna de sus trayectorias, lo identifica al menos con una porción del proyecto personal, hace que en ese goce el yo se encuentre y reconozca a sí mismo en lo que verdaderamente es. No se trata ya de un goce extrínseco, adventicio, impersonal, sino propio, irrenunciable, insustituible.

Julián Marías, Breve tratado de la ilusión.

jueves, octubre 15, 2015


Comienza pues Engels introduciendo una historia: según Marx el capital que aparece en escena primero como dinero, se transforma en capital al cabo de determinados procesos. La defensa de las tesis marxistas se plantea entonces como el relato razonado racionalmente elaborado de estos procesos. Pero pese a que el lector le hubiese bastado con la descripción lisa y llana de los procesos, Engels se embarca en un proyecto mucho más complicado: concibe una narración que, en determinado punto de su desarrollo, se bifurca para constituir una doble trama la trama del proceso de transformación del dinero en capital y la trama de la investigación seguida por Marx para explicar dicha transformación. Tras la lectura se ve claro que la razón para esta curiosa exposición es paratextual: la historia de las indagaciones marxistas sirve para dar cohesión y verosimilitud a la historia de la transformación del dinero en capital. El armazón narrativo que sustenta el segundo relato que tiene a Marx de protagonista se utiliza para para sustanciar el argumento del relato original. La trama "descubierta" por Marx nos da la clave para interpretar un proceso histórico, la formación del capitalismo ccomo modo de producción hegemónico, pero en lugar de exponer la clave como tal tout court Engels nos cuenta una historia de detectives. Si conseguimos descubrir cuál es la razón profunda de esta curiosa elección, comprenderemos ciertas cualidades y ventajas de las tramas narrativas en la tarea de la constitución del sentido.

Enrique Lynch, La lección de Sherezade.

domingo, octubre 11, 2015

Un cuestionario sobre Philip Roth


Quin creus que és el paper de Roth dins la història de la literatura,

sobretot en la literatura de la modernitat? 



Bueno, creo que es un escritor que toma un camino distinto al del

Modernism y las vanguardias. La superficie de sus obras es aparentemente

“realista” (aunque es mil veces más experimental y osado que Barth, Gaddis

y compañía). Creo que su tema es el encaje de la vida privada y la pública,

en un tono cómico, y el de ambas dimensiones personales con la historia

social, en un tono trágico, siempre desde una perspectiva masculina. Narra a

una velocidad nunca vista y tiene una imaginación literaria prodigiosa.

Gracias a un esfuerzo que imagino durísimo sus novelas parecen

desprovistas de pudor y son inasumibles para tietes y tòtiles.  


Què t’aporten les seves obres? 


Comprensión del mundo, compañía, incitación... Los placeres

asociados a las obras maestras. En sus mejores novelas (el ciclo que va de

“Operación Shylock” a “El animal moribundo”) Roth es un escritor del nivel del

último Dovstoievski.


Quin dels seus llibres et sembla que t’ha agradat més? Per què? 


Mi favorito es “Me casé con un comunista”. Pero no sé explicar muy

bien los motivos (o sí, pero necesitaría 30 páginas). En cierto sentido trata de

cómo convertir una novela política en una tragedia griega. Y las últimas

treinta páginas son sobrecogedoras.


Si l’has llegit, què en penses del volum EL TEATRE D’EN SABBATH? 

Creus que mereix el Premi Nobel de Literatura?



Creo que un académico declaró que le daban el Nobel porque ya

habían premiado a su maestro Saul Bellow. Dados los criterios, llamémosle

distributivos, de la Academia tiene cierto sentido. Hasta los años 90 las

novelas de Roth iban pegadísimas a las de Bellow. Tuvo que luchar mucho (y

volverse muy oscuro y político) para sacarse esa influencia de encima. Y lo

hizo cuando ya era un novelista rico y famosísimo.


Creus que pot ser titllat de masclista? Si és així, per què? 


A un escritor tan caudaloso se le puede llamar cualquier cosa, claro.

Durante algún tiempo personas nada estúpidas como Martin Amis le

acusaron de tener una paleta de personajes femeninos un tanto reiterativa,

que transitava de la voracidad al conformismo sin puntos intermedios, pero

los novelistas y las novelas funcionan con exageraciones, pequeñas

hipérboles, cortes, segmentaciones. Es cierto que ha escrito sobre mujeres

mezquinas e histéricas, pero me temo que esa clase de mujer existe. A mí

sus personajes femeninos me interesan mucho.

martes, octubre 06, 2015


No hay evolución, nos movemos apenas, fijos a nuestras viejas pasiones inconfesables, la única virtud, creo, es persistir sin cambiarlas, seguir fiel a los viejos libros, las antiguas lecturas. Mis viejos, en cambio, a medida que envejecen aspiran a ser lo que antes odiaban, todo lo que detestaban ahora lo admiran, ya que no pudimos cambiar nada, piensan, cambiemos de parecer, bibliotecas enteras enterradas, en el patio, quemadas en el incinerador, es difícil desprenderse de los libros, pero ¿y el modo de leer? Siguen igual, lectores dogmáticos, literales, dicen ahora cosas distintas con la misma sabiduría engolada de los viejos tiempos. Vivimos en el error de pensar que nuestros viejos amigos están con nosotros. ¡Imposible! Hemos leído los mismos libros y amado a las mismas mejores - por ejemplo Junior - y conservamos algunas cartas que no fuimos ni somos capaces de enviar o de quemar en la hoguera del tiempo y de eso trataría entonces mi autobiografía, si alguna vez me decidiera yo también a escribir una....

Ricardo Piglia, Los Diarios de Emilio Renzi: Años de Formación.

viernes, septiembre 25, 2015

Una crítica imposible de la isla del tesoro


En su variante de "aventura de piratas" cuenta con el lejano precedente de Las aventuras del Capitán Singletton de Defoe y con las cercanas referencias a Kingston, Ballantyne y Cooper, autores de una obra narrativa de la larga epopeya mercantil llevada a cabo por las naciones de occidente durante los siglos XVII y XVIII. Contada en primera persona por un muchacho de clase media baja, hijo de honrados mesoneros, nos narra la historia de una empresa mercantil, la creación de una sociedad de comerciantes que invierte su capital para una operación especulativa: lograr rescatar de su posición mostrenca el capital acumulado de manera ilegal por un pirata, el capitán Flint, de cuya noticia, han tenido conocimiento gracias al muchacho que aporta precisamente como capital, ese conocinicimiento, a la aventura financiera. Para llevar a cabo tal empresa contratan barco y tripulación en las condiciones de seguridad que su limitado capital les permite: una mano de obra que va a resultarles poco fiable. Sucede que la tirpulación actúa con motivos que van más allá de su contrato de trabajo con los "caballeros empresarios" pues la mayoría forman parte de una organización pirata que, privada de capital y conocimientos adecuados - el "mapa del tesoro-, recurre a la añagaza mercantil del contrato de trabajo para poder realizar su propio fin: la posesión del capital acumulado por su colega el capitán Flint, esperando romper ese contrato laboral por la vía vioplenta para adueñarse del capital - barco, provisiones  del imprescindible conocimiento teórico: el nuevo mapa.

La trama novelesca proviene del descubrimiento de este plan que el muchacho realiza ocasionalemnte. A partir de ese momento se van sucediendo una serie de episodios durante los cuales ambos bandos luchan por el control de los medios de producción necesarios para efectuar sus fines: control del barco, de las provisiones, del mapa y de las armas (como garantes en última instancia del cumplimiento del contrato).

En realidad, el argumento de la novela desarrolla, veremos que deesquilibradamente, dos líneas argumentales: los argumentos y actos de los que aceptan el contrato como forma civilizada para las relaciones personales, y los argumentos y actos de los que no aceptan la escala de valores que comporta el contrato mercantil: honor basado en el mantenimiento de las garantías dadas, sentido del deber (y del haber), mutua confianza o el "crédito" personal como capital, oponiendo a ellos por parte del bando de los marginados del mundo del contrato,  los piratas, vcalores como la solidaridad vigilada - dictadura del proletariado en lectura de algún marxista clásico-.

En dos líneas argumentales trenzan el argumento apoyándose narrativamente en la historia de dos iniciativas personales - iniciativa empresarial que diríamos hoy - encarnadas por las dos figuras que dominan el escenario: el muchacho Jim Hawkins y el pirata John Silver. Iniciativas personales que se inscriben dentro de la retórica dl egénero de aventuras: meta que alcanzar, obstáculos que afrontar, resolución de los obstáculos. La historia de Hawkins es un canto al empresario que "toma riesgos", invierte y gana. Imagen casi perfecta de lo que hoy en las Escuelas de Negocios llaman  jóvenes emprendedores. La historia de John Silver es la historia que da cuenta de cómo toda iniciativa personal está condenada al fracaso si no se apoya en una instante de civilización - el crédito - superior al mero individualismo y la simple solidaridad egoísta. El juego de espejos entre una y otra iniciativa - entre uno y otro personaje - produce un fuerte sentimiento de ósmosis y empatía que acaba por colorear positivamente a ambos personajes. Generaciones de lectores han venido recalcando la simpatía que la figura de John Solver irradia a pesar de sus actos de crueldad y sus malas intenciones, y a propósito de este efecto, se habla de la magia de la novela.

Tal magia sin embargo descansa sobre la deshonestidad narrativa con que está escrita. Deshonestidad narrativa, que no moral, y que evidencia que estamos ante una novela que bien podría calificarse de mal escrita, mal estructurada, engañosa literariamente hablando, manipuladora, ideológicamente tramposa (por cuanto el juicio que se busca se logra hurtando información). Ante una novela que los padres canónicos podrían descalificar de un plumazo llamándola novela de tesis.

En efecto. Si el argumento de la novela, como puede constatarse, conlleva el desarrollo de dos líneas argumentales bien diferenciadas: una sociedad basada en el contrato mercantil y los valores que lo hacen posible, contra una sociedad que rechaza ese contrato, parece lógico (desde una lógica democrática y o sólo en el sentido formal del término) que ambas líneas se desarrollen conla misma igualda dde oportunidades a fin de que el lector - cuyo juicio se está implícitamente reclamando - pueda decidir honestamente. Nada de esto sucede. Mientras que de los personajes del bando pro-contrato mercantil vamos a tener información de todo tipo: sus actos y pensamientos antes de embarcar, sus discusiones y reflexiones, sus sentimientos, sus biografías, sus físicos más o menos ofrecidos con detalle, etc., de los piratas toda la información - salvo en el caso de Silver - es irrelevante o estereotípica. Nada sabemos de sus biografías, nada de sus sentimientos, de sus famílias, de sus sueños. Ni siquiera de sus "leyes" sabemos gran cosa. Asistimos, por ejemplo, a las muchas reuniones y discusiones "civilizadas" del bando mercantil pero cuando la acción nos daría opción de asistir al acto democrático que el "reglamento" pirata contiene para discutir la posible deposición de Silver, tal acto se nos escamotea. El capital de "complicidad sentimental" con que, por ejemplo, están dotados Hawkins o el capitán Smollet no es compensada narrativamente con un capital semejante para cualquier otro personaje del bando de los rebeldes al pacto mercantil. Salvo Silver. Por qué Silver.

Porque Silver acepta el pacto mercantil, el intercambio de mercancías. Sabe que está tratando con negociantes y para estos la palabra dada es garantía sagrada, porque esa confianza descansa su civilización, su negocio. Por eso pacta la vida de Hawkins (sin leer a Marx sabe que la vida es también una mercancía) y por eso se salva. Por eso nos despierta simpatía: primero porque narrativamente se le ha hecho diferente del resto casi anónimo de piratas (tiene pasado, biografía, futuro), segundo porque están en el ajo, sabe de qué va la vida: conseguir condiciones ventajosas para lograr contratos ventajosos y con un añadido, además, admirable par ala moral individualista que subyace a la moral del contrato como encuentro de voluntades libres: cuando le conviene altera el pacto. Cuando le conviene, es decir, cuando no pone en cuestión contrato dominante. Roba al final una pequeña bolsa con dinero (al fin y al cabo es su recompensa mercantil por haber pactado) pero ¿hubiera sido conveniente para la simpatía narrativa con que es presentado robar todo el tesoro y dejar al caballerete Hawkins y demás caballeros sin su correspondiente beneicio.

Termino aquí esta crítica-ficción y pregunto ¿Es hoy posible una lectura así? ¿Desde qué sitio puede hoy reclamarse un más amplio tratamiento del personaje de George el pirata que perece a manos de Silver? ¿Desde qué lugar literario puede darse aviso hoy de que el argumento de esta novela está mal argumentado? ¿En qué revista mercantilizada o no mercantilizada se publicaría tal crítica? ¿Qué crítico estaría dispuesto a suicidarse profesionalmente al publicarla?

Constantino Bértolo, 'Una crítica imposible de la isla del tesoro' dentro de La isla del tesoro: Estudio gráfico y literario sobre la obra maestra de Robert Louis Stevenson.

(Telón de fondo) El tiempo de los sueños carece de futuro; es como el cielo de los decorados de teatro: un eterno presente prodigioso pero a la vez infinitamente melancólica porque adivina que sería el cielo de la felicidad si no fuese pintado.

Rafael Sánchez Ferlosio, Campo de Retamas (pecios reunidos)

miércoles, septiembre 09, 2015


Edmundo pidió también algo de comer. No tenían más que patatas frías y un queso muy fuerte. Él pidió las dos cosas. Estaba contenta. Le alegraba que Cristina se hubiera atrevido a hablar de él, y ahora ponía en segundo lugar la opinión la opinión de Cristina sobre lo de su padre. Puso el plato de queso en la mesa, luego la cesta con el pan y el plato de patatas.

-¿A qué hora sale el autobús que va a Gijón? - preguntó.
-A las dos y diez, ya debe de haber pasado. ¿Tenías ganas de ir a Gijón?
-Se me ha ocurrido ahora, cogernos el día libre.
-Si quieres lo intentamos - dijo Cristina -, pero tendríamos que salir corriendo y llegar empapados a la parada y es casi que ya habría salido.
-No, déjalo. Cuando no llueva lo hacemos.
Cristina se acabó su vermut.
-Estaría bien tener un coche - dijo.
-Y un helicóptero.
-Un coche no es lo mismo que un helicóptero. Un coche de segunda mano puede costar noventa mil pesetas, o menos.
-Yo tengo el carnet, pero casi no he conducido.
-Yo si. Podríamos practicar. Un sitio como éste es muy bueno para coger confianza.
Edmundo percibía el optimismo del alcohol, un paño de agua tibia alrededor del cuerpo.
-Lo pensaremos - dijo -. Cristina ¿cuando empezaste a estudiar ya querías escribir libros de política?
-No. Se me ocurrió en cuarto, con aquel profesor que te conté.
-¿Con el que tuviste una historia?
-Si, bueno, llevaba dándole vueltas desde antes. En realidad, creo que salí con él por eso.
-¿No te gustaba?
Cristina echó la silla contra la pared, apoyándola sólo sobre las patas traseras. Recostada, las piernas colgando, sostenía con los dedos de la mano izquierda el vaso de vermut y lo balanceaba.
-Me atraía sí. Pero fue una historia muy corta, lo dejamos a los tres meses. Germán conseguía hacerte creer que eras una gran persona. A mi me convenció de que yo iba a inventar una nueva corriente política como mínimo. Sólo que era muy vanidoso. Te hacía creer eso para que no pareciera que él estaba teniendo un rollo vulgar con una alumna.
-Y tú te diste cuenta.
-Si, algo en su situación no le salió bien. Tenía una sonrisilla bastante falsa, a lo mejor fue un detalle así de tonto. El caso es que pensé que nunca haría nada, que dentro de veinte años volvería a la facultad y me lo encontraria diciéndole a otra alumna las mismas cosas que me decía a mí, con su misma sonrisilla, sin haber publicado un solo artículo interesante.
Edmundo dibujó con el dedo una hoz y un martillo en el pantalón de Cristina, sobre el mundo.
-De todas formas le buscaste para que te convenciera de que podías ser el nuevo Marx del siglo veintiuno.
-Sin exagerar - río ella -. Digamos que le busqué porque quería que viera que yo no me iba a limitar a hacer muestreos electorales. ¿El último? - dijo señalando el vaso casi vacío de Edmundo. El suyo estaba por la mitad.
-No, gracias, beberé un poco del tuyo. Cristina ¿tú también tienes un plan?
-¿Qué quieres decir?
-Una vez te pregunté qué harías después de sacar las oposiciones y me dijiste que no los abías, pero ahora veo que sí.
-Ah, por lo de los libros. Eso no es un plan, Edmundo. Supongo que todos queremos hacer algo más que ir a una oficina de ocho a tres hasta que nos muramos. Todo el mundo tiene la fantasía de ser alguien.
-Ser alguien. Yo no sé si quiero ser alguien.
-Pero cuando me has preguntado has dicho tú "también" tienes un plan. Has dicho "también".
-El plan de que nos echemos una siesta, creo.
-Si, yo no voy a tomar ni café - dijo Cristina, aunque Edmundo estaba segura de que ella había recogido la palabra plan y volvería sobre el tema más tarde.

La lluvia seguía cayendo. Eran las tres menos cuarto de la tarde y parecía de noche. Se echarían la siesta, harían el amor con un deseo vuelto contra ellos mismos, lo harían para negar que estaban algo perdidos, que se aburrían, que dudaban del otro porque habían empezado a dudar delfuturo, y algo más tranquilos después, se dormirían para despertarse a las cinco y media o tal vez seis, y que siguiera lloviendo, y tener toda la tarde y la cena y la noche por delante.

Belén Gopegui, Lo real

domingo, mayo 24, 2015


Bajo una pequeña estrella

Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.

Wislawa Szymbroska. Versión de Abel A. Murcia.

jueves, mayo 14, 2015


-Nunca tomes una decisión - prosiguió tía Marton-. Prométeme que nunca lo harás. Yo sigo con tu tío porque tomé una decisión....y porque no he conseguido desprenderme de este absurdo sentimiento de fidelidad a mí misma. He tenido que capitular en muchas cosas y al menos en una de ellas no puedo dejar de serme fiel. Tan sólo necesito, de vez en cuando, airearme un poco...aunque sea con aire viciado. Necesito engañarme, como todo el mundo: ¡que el aire al menos sea otro! Tu tío es completamente irrespirable. Todo el mundo me lo decía...y es tanhorrible cuando todo el mundo tiene razón. No sabes lo pronto que desistí, lo rápida que fue mi renuncia, con qué claridad vi, tras la euforia de los primeros momentos, en qué iba a quedar mi tremendo acto de voluntad: en una pura labor de protección. He tenido, desde entonces, que proteger a tu tío, de mi elección, de mi fracaso. Tampoco creo que eso me haya salido muy bien. Sigo viéndolo inseguro, pendiente, cobarde; acude a mí con la tristísima conciencia de que yo no le basto. Y es muy posible que ni siquiera yo sea suficiente para él...pero me tiene ahí. Eso es lo que queda de mi gran decisión: estar ahí. Y ahí me matengo, porque, si me apartara, si diera el meno paso para alejarme..., ¿de quien me estaria alejando? Firmé un compromiso, y a fuerza de componendas lo cumplo. No es así como se cumplen los compromisos? ¡Si no quieres trampear, no te comprometas! ¡ Te pasará  la vida poniendo y quitando parches! No, prométemelo. Prométeme que nunca tomarás una decisión.

Luis Magrinyà, Los dos Luises.

lunes, mayo 11, 2015


Al hundirnos en esa cueva de temblores y susurros de la intimidad, entendía muy bien que esas teorías sobre la fugacidad del amor, sobre el tedio o la aridez de las relaciones que perseveran, eran mitos elaborados por los perdedores. Un cuento de fracasados que al imponer sus consuelos como verdades universales habían camuflado la pulpa blanda de su experiencia bajo la coraza de lo inevitable. Quizás era una reacción legítima contra los excesos románticos, contra esos poetas que escribían sobre amoríos que discurrían sin obstáculos hasta la muerte. ¡E incluso más allá! Así los disculparba. ¿Quien querría narrar un amor satisfecho? ¿Qué interés dramático podía desprenderse del relato de una cotidianidad serena? De manera que el retrato artístico del amor oscilaba entre dos polos funestos: o bien se prestaba pomposo y huero, al modo de una fuerza nacida al amparo del destino, o cobraba el tono desapegado de los vencidos. Entre ambos se infiltraba la vía intermedia de nuestro enlace, y me preguntaba, bajo los frescos y húmedos favores que nos dispensábamos, si una felicidad así podía durar para siempre, si tenía derecho a agotarse.

Gonzalo Torné, "Dos lecciones de amor", Lo inhóspito.


-La gente, o al menos así lo veo yo, prefiere casi siempre que se hable mal de ella a que no se hable en absoluto: cada vez que los pones a prueba (por los menos, cuando yo lo intento) te reafirmas en tu opinión. No es sólo que con ofrecerles para que se suban se te echan encima como peces hambrientos; es que se salen del agua, saltan por millares y corren brincado y boqueando con ojos desorbitados hasta la puerta de tu casa. Ya conoces la expresión francesa, tener des yeux de carpe: expresa de manera muy gráfica las miradas que rodean al joven periodista, y te aseguro que a veces tengo la impresi´n de que si me atreviera a no cerrar los ojos ante el espectáculo, perdería brillo el oropel de las primeras ilusiones. They all do it, ya lo dice la canción, y es una de las sorpresas más elocuentes. Uno pensaba que quedaban espíritus egregios que no sucumbirían a ello, es decir, que no harían el menor gesto para cortejar al oráculo. Pero, válgame Dios, les brindas la oportunidad y son los peores, los más ávidos. Te lo digo en serio, no me resta ni una pizca de fe en ningún ser humano. Salvo, desde luego - contiuó el joven-, con dos excepciones: ese ser extraordinario que tengo ante mí, y ese otro frío, calmado y comprensivo al que distingues con tu confianza. Pero nosotros vamos a contracorriente. Vemos, comprendemos; sabemos que tener que vivir, y cómo vivimos. Al menos lo hacemos así, los dos solos, nos tomamos nuestra revancha intelectual, nos libramos de la indignidad de hacer el necio tratando con necios. Lo cual no quiere decir que no disfrutáramos más si lo fuéramos. Pero es algo que no se puede evitar. Carecemos del don, del don de... de no ver. Lo hacemos lo peor que podemos para lo que nos pagan.

Henry James, Los periódicos. Traducción de Guillermo Lorenzo.

El ceño de la incomprensión - decía Mairena, gran observador de fisonomías - es, muchas veces, el signo de la inteligencia, propio de quien piensa algo en contra de lo que se dice, que es, casi siempre, la única manera de pensar algo.

Antonio Machado, Juan de Mairena.

miércoles, mayo 06, 2015


Tener esperanza es saber que la esencial del tiempo es promesa. Es decir, que lo intemporal es la esencia del tiempo. O mejor dicho, la esencia de la realidad y de la llenazón del tiempo. Aceptar plenamente en esta tierra una promesa es tener esperanza. Aceptamos plenamente una promesa cuando no dudamos, puesto que no la comparamos con su cumplimiento,, y cuando no la transformamos en ninguna medida en una deuda.

Tomás Segovia, El tiempo en los brazos. Cuadernos de notas (1950-1983)

sábado, marzo 28, 2015


LXV

Si ni la piedra, el bronce, el mar la tierra,
se libran de la triste destrucción,
¿cómo ha de hacerle frente la belleza
que apenas tiene el brío de una flor?
¿Y qué opondrá el aliento veraniego
al despiadado embate de los días,
si el Tiempo tumba pórticos de hierro
y ni la roca aguanta su embestida?
¡Cruel desazón! Pues ¿quien podrá evitar
que el Tiempo encofre su mejor alhaja?
¿Qué mano detendrá su piez fugaz,
librando a la belleza de su azada?
            No salvará mi amor sino un milagro:
            que impreso en tinta negra brille tanto.

O bien

LXV

Since brass, nor stone, nor earth, nor boundless sea,
But sad mortality o'ersways their power,
How with this rage shall beauty hold a plea,
Whose action is no stronger than a flower?
O how shall summer's honey breath hold out

Against the wrackful siege of batt'ring days,
When rocks impregnable are not so stout,
Nor gates of steel so strong, but time decays?
O fearful meditation; where, alack,
Shall Time's best jewel from Time's chest lie hid?
Or what strong hand cand hold his swift foot back,
Or who his spoil of beauty can forbid?
           O none, unless this miracle have might
           That in black ink my love may still shine bright.


William Shakespeare, Sonetos y Lamento de una amante. Traducción de Andrés Ehrenhaus.

lunes, marzo 16, 2015

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No debes arrepentirte de tus decisiones, Clara. Debes confiar en tu propio punto de vista. ¿Te fijaste en el camarero? Puedes escoger a otro cualquiera, el que más te guste. Debió de echarle una ojeada al mundo y se dejó intimidar por la mezcla de agresividad y confusión. Buscó un camino que ya estuviese pisado. ¿Qué hay de malo en un empleo? Se someten a una idea expresada con buenas palabras, razonable, y en veinte años la miseria del empleo les ha absorbido por completo. Ssus pensamientos, su gramo de visión crítica, incluso sus momentos de ira están plastificados pro el entorno, cuesta aceptar que ahí agita un resto de espíritu. No saben hacer nada más, el restaurante es su horizonte, dudo que si lo dejas en la calle pueda valerse por si mismo. Ojalá no tengas que aprender lo que un hombre así podría hacerte para conservar su puesto. Se entregan demasiado pronto, no llegan a tasarse. El mundo que ven no les gusta, pero no tienen alternativa; nacen y tenemos que meterlos en algún sitio. ¿Sabes lo único que reciben a cambio? Miedo. Están dominados por el miedo, se dejarían cortar la mano si les asegurases que el futuro no iba a desestabilizarles hasta bien entrada la setentena. No creen en dioses, ni en el destino, ni en otras fuerzas que las geodésicas, a lo que más temen es al tiempo, y el tiempo está siempre por delante de nosotros, irresuelto, inminente y fuera de nuestro alcance.

Gonzalo Torné, Hilos de sangre.

viernes, febrero 27, 2015




Quizá pudiéramos despistar al tiempo, ese propagador de falsos rumores, como decía un personaje de Wilkie Collins, pero a quienes no íbamos a engañar era a esos comentaristas mordaces que conocemos por el nombre de los demás. Teníamos treinta y seis años, éramos favorecidos, artísticos y originales y estábamos siempre nerviosos, pero debíamos aceptar nuestra existencia social, es decir, que pronto a nadie le bastaría con que nos juzgáramos solo nosotros mismos. Nuestro romance fue maravilloso porque se construyó en los inicios de esta conciencia, que nos privilegiaba secretamente y nos unía, y en los coleteos de la energía asocial, por este motivo más furiosos y acrobáticos. Por otro lado, la provisionalidad nos sostenía: a mi él me gustaba porque se iba a ir; yo le gustaba porque me iba a quedar. Y saber que ninguno iba ya a dar un paseo en la romántica comedia del nomadismo, cuidadito con lo que voy a decir, hacía que nos sintiéramos reales. Rabiábamos porque vivíamos nuestro último sueño, pero lo disfrutábamos como nunca porque era el último. El gran acto final nos aseguraba una especie de porvenir, algo que hasta entonces ninguno de los dos había tenido, o, seamos exactos, algo que los dos, en algún momento, habíamos renunciado a tener: nos aseguraba que después de nosotros había otra vida. Pero por eso era tan importante que nosotros fuera una realidad.

Luis Magrinyà, "Luxor" en Habitación Doble.

domingo, febrero 15, 2015


El matrimonio es algo que construimos a partir de materiales que tenemos disponibles. En ese sentido, es algo no preparado, casi improvisado. Acaso sea ése el motivo por el que sabemos tan poco acerca de él. Es algo demasiado inspirado y azogado como para que podamos comprenderlo con claridad. Dos personas forman una mancha borrosa.

Don DeLillo, Los Nombres. Traducción de Gian Castelli.